Hace tiempo que empecé con la natural tarea de hacer un huerto, un pequeño huerto en el que ver crecer los tomates, judías verdes y calabacines (zapatillos italianos que los llaman en Chile), un hobby que aparentemente es liviano y libre de preocupaciones, pero cual fue mi sorpresa que una cosa que parece sencilla se torna complicada y tediosa en pocos días. Es llamativo que, cuando ves vídeos en youtube sobre el tema, jamás te hablan de las plagas de gallinas, burros, cabras, pájaros y ovejas.
Mi primer huerto fue en Peralejos de las Truchas. Limpiamos un pedazo de terreno urbanizable, de vete tú a saber quien, porque pasó de ser un terreno olvidado por la humanidad a tener buena presencia y fueron muchos en el bar los que nos daban su complacencia de tener el huerto, dicho de otro modo, el terreno que no valía para nada, de unos 40 metros cuadrados, una vez reluciente y vistoso se hizo el ojito deseoso de muchos, y venían a verlo asombrados, y salieron como 5 dueños diferentes, una vez que habíamos limpiado de foresta aquello. No os digo más que necesitamos unos 5 litros de gasolina y muchas horas para quemar tan impresionante montanera de maleza. Fue aquel fuego tan lento y pesado, que al día siguiente nos asamos unas patatas envueltas en papel de aluminio, pero son de las plagas de animales de lo que os quiero hablar. Monté el huerto, cavé profundo y saqué zapatos, pelo humano, y huesos por doquier, compré buenos plantones y puse de todo, una pardillada, pues era una parcela nada soleada y los ajos, por poner un ejemplo, daban risa verlos. En el huerto poco a poco, y con ayuda del Pollo que se subía al tejado y nos ayudaba a regar a trochimoche con la manguera, conseguimos tener buenas plantas y cogí algunas cosas. Pero cual fue mi sorpresa que tuve varias visitas inesperadas. Primero fueron una cabras, que se habían escapado, en concreto una hembra y tres machos que los detectamos desde casa cuando estábamos comiendo, por su mal olor, pasaron allí varios días, y ni los perros ni a palos éramos capaces de echarlas, la cabezonería y el coraje de un cabrón encendido es digno de ver. Menos mal que los perros atados conseguían que sólo mordisquearan un poco de allí y otro poco de allá, y no consiguieron aniquilar mi bonito huerto. El mismo verano, un rebaño entero entró en el huerto, que todo hay que decir que estaba vallado por mi, con pequeñas vallas metálicas de gallinero, pero al torrente de ovejas les dió el olor a planta de tomate y fueron como locas, cuando una empieza a comer estás perdido y son muy voraces. Yo estaba haciendo el pan por la mañana y me tocó salir a dar de palos a las ovejas, pero no había manera y tuvimos que llamar al pastor que las sacó de allí a golpes y con lindezas verbales. De aquello no se recuperaron mis pimientos pero aún se libraron las demás de la masacre. Varios días después, en el mismo verano, y ya empezando a creer que mi destino era recrear el arca de Noé, un burro con muy mala leche hizo su aparición una mañana, acojonando a los perros y metiendo su hozico peludo por donde no debía, y salí yo como si fuera el hijo del Algarrobo, con mi palo y mi mejor sonrisa y el burro se me encaró y me hizo correr, menos mal que estaba la puerta de la panadería al lado y pude entrar, que si no me arranca las orejas aquel bicho a mordiscos, recuerdo su cara demoníaca asomándose por la ventana, no había huevos a salir y di por perdido mi huerto, pero aquel burro gracias a Dios, no buscaba comerse por completo mi huerto y sólo buscaba amor, o eso aparentaba su prominente brazo tercero. Al rato el canalla del Culebras se lo llevó con gran elegancia. Así pasó mi huerto poco a poco a ser comido por los animales. Creí que era cosa de aquel pueblo, así que no volví a osar hacer un huerto allí y dejé que las malas hierbas invadieran el terreno.
Han pasado muchos años y este mismo verano, creyendo que mi atracción natural por los animales había pasado, hice otro huerto, esta vez en Humanes de Mohernando. Mis calamidades empezaron pronto, cuando un grupo de gatos callejeros descubrieron que aquella tierra tan bien removida era el sitio perfecto para hacer sus deposiciones, pero no contentos con ello, al escarbar me desenterraban los plantones, horrible! Tras echar vinagre, café y todo tipo de cosas los gatos siguieron con sus simpáticas actuaciones, lo cual me obligó a poner una valla por encima de las plantas. Después una plaga de pequeñas hormigas se empeñaban en remover toda la tierra obligándome a echar veneno como un loco. Mi perro Pisto aporta su granito de arena comiéndose las patatas enterradas. Una vez que conseguí que la cosa estuviera bien y ya las plantas de tomates estaban crecidas, los tomates maduros sufrieron el ataque de algún tipo de animal desconocido, en un principio pensé que era una rata, cosa un poco improbable dado el sin fin de gatos que cagan en mi huerto, pero pasados los días y con muchos tomates a medio comer, descubrí una gallina dando vueltas disimuladamente. Ay leches cuando pasaron los días y empecé a tener una plaga de gallinas, de una a tres en pocos días, saltaban las vallas de los vecinos y venían a comerse mis tomates, hijas de perra!!!
Ahora intento que por lo menos me dejen un huevo para hacerme una tortilla. En fin esa es mi cruz, no puedo tener huerto, si las hormigas no se comen las raices, aparece una gallina o si no los gorriones, es una lucha constante con los animales salvajes. Que no te engañen, hacer un huerto es un deporte de alto riesgo, da muchos disgustos. Os dejo una foto del 2009 o así, mirar que chico más lozano viendo su pequeño huerto.
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