Cuando pasas por Molina de Aragón y sigues camino del Alto Tajo, una vez hayas pasado el cruce de Checa, llegas a la carretera que lleva a Peralejos de las Truchas, entre pinos albares y negrales, que te rodean con sus olores de verde sierra, con su mágica explanada a la que llaman "La Común", que de común no tiene nada, pues es una extensión enorme de verde pradera, por donde pasa el Cabrillas, y al poco de continuar por la carretera sinuosa, sales a un claro justo en el comienzo de la entrada al cañón que conduce al Tajo, lugar majestuoso de gigantes de piedra coronados por multitud de buitres que sobrevuelan sin cesar en busca de alimento, y allí, bajo estos riscos se encuentra el pueblo, discreto en su aspecto y del que arquitectónicamente no resalta demasiado, todo hay que decirlo, sus casas son bonitas, la iglesia porticada y una fuente de dos caños. Pero no es la arquitectura ni el paraje lo que llama la atención de este singular enclave. Para los que hemos tenido la oportunidad de conocer a sus gentes, son éstas, sin duda alguna, las que lo hacen especial, y es que en Peralejos de las Truchas hay muy buenas personas, y marchosas, que ojo cómo les gusta echar carne al fuego, beber en amistad, reir y entablar buenas conversaciones en el calor de la chimenea.
Fue mi afición a la micología lo que me llevó por aquellos lares, luego descubrí que en la discoteca y en el Teo ponían buena música y sin prisa, y me enganchó. Con el tiempo alquilé una casa y terminé siendo el panadero del pueblo. Qué buenos recuerdos de aquellos años. No os voy a decir que fuera aquello un camino de rosas, ni mucho menos, aprender a hacer pan en poco tiempo y con la tensión de dar un buen servicio, cuando no tienes ni idea, es una locura. Pero se dio bien, pocas quejas tuve, aún a pesar de que los primeros meses la calidad era mediocre, se portaron bien con nosotros. Es de merecer decir que con el tiempo mejoró la cosa y al final hacía un pan bueno, muy bueno en algunas ocasiones, como por ejemplo el día de la Romería de la Virgen de Ribagorda del año 2011, qué crujiente y sabroso estaba.
Si vas por allí abre bien tus fosas nasales y aprecia los olores de la sierra que se mezclan con el humo de pino, y disfruta de las vistas de sus interminables rutas turísticas, que te llevan por los cañones que bajan al río, visita la famosa cascada y báñate en sus aguas, que son muy frías pero muy agradecidas, juega con las truchas que nadan a tu lado, date un paseo por la laguna de Taravilla y disfruta de sus noches en cualquier alojamiento de por allí, que hay muchos y están muy bien, destacando Casa Chon y la pensión Pura, que son iconos de la zona.
Espero que dure mucho tiempo con vida aquel lugar, ese rincón de Guadalajara que es único, diferente al resto por muchas cosas, pues el tiempo allí se para y no transcurre como en otros sitios, de hecho sus habitantes se conservan como en formol, debe ser el frío intenso que hace allí, que es único también. Lo más parecido a Doctor en Alaska que he visto nunca, vaya sitio más singular para visitar, no te dejará indiferente. Se dice que se es de donde se pace, cierto es, una parte de mi alma ya puedo decir que es Peralejana.
Articulo muy bonito sobre Peralejos . Esa comparacion con Cicely , pueblo de Doctor en Alaska me ha encantado . Nunca lo habia pensado , pero es verdad , Peralejos me recuerda mucho a Doctor en Alaska , por sus gentes , por su naturaleza , por su aislamiento , por su estilo de vida , por sus reuniones sociales en sus bares , que hacen a la vez de centros cívicos y como no , por la joya de la corona , su rio .
ResponderEliminarMuy bonito,y sobretodo muy entrañable
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