Infierno Mecánico Capitulo 16 -La creación de la vida- Parte 2

     Estábamos agotados, no teníamos fuerzas para caminar, no reíamos, ni sonreíamos siquiera, parecía que esperábamos el final allí sentados en la pequeña pradera seca del arroyo, ni hablábamos ni hacíamos nada, sólo dormitar y beber un poquito de agua, alargando la agonía del que ve como poco a poco se le va agotando la vida. Así llegó la segunda noche en la que las estrellas una vez más eran las protagonistas, con aquel misterioso zumbido eléctrico y así sucedió algo que nunca pensamos que podría ocurrir.

    Según anocheció, las estrellas más grandes tocaron tierra y con su enorme peso aplastaban el suelo según iban rodando por el terreno. Eran majestuosas bolas de colores muy llamativas, como de unos 50 metros de altura las más pequeñas y unos 150 metros las más grandes, entre las que se encontraba Sirio, de la que ya os hablé, y fue la primera que vimos venir. Asomaba su cúspide de luz por encima de un cerro cercano y, poco a poco, fue escalándolo dejándonos ver sus grandiosas proporciones. Cambiaba constantemente de color entre el rojo, azul y blanco y los bordes eran extraños, sin definición aparente, como con un aurea que la envolvía en una misteriosa energía vital, energía que podíamos sentir en nuestro interior, y en las rocas del terreno que vibraban a su paso dando pequeños saltos y algunas, las más pequeñas, se sostenían en el aire como si de magia se tratara. Se fue acercando aquella tremenda bola hacia nosotros y la energía que desprendía se metió en nuestros maltrechos cuerpos y nos dió la vida de nuevo, pudimos ponernos de pie y volver a reir y hablar, no sabemos cómo fue aquello, pero la vida recorría nuestro cuerpo y así, de repente, pasamos de estar agotados y hambrientos a sentirnos felices, con fuerzas y con la sensación de haber comido opíparamente. Los pelos de todo el cuerpo se pusieron de punta, y allí estábamos todos con los pelos erizados y las barbas cardadas. Pero no fue lo único que subió, y nos partimos de risa cuando vimos que los hombres habíamos levantado el campamento y las túnicas ahora estaban más holgadas. Incluso Julius Towers, con su vejez, pudo sentir de nuevo la juventud en la entrepierna.

    Así fue dando pequeñas vueltas, en las que curiosamente siempre veíamos la misma cara, daba igual el ángulo por donde la miraras, siempre presentaba el mismo aspecto, como si fuera una copia exacta en todas sus caras. Lo que más nos sorprendió fue ver que, de vez en cuando, cuando el terreno era más blando, una tremenda trompa, a modo de pene gigante salía de la estrella, como si de el cuerpo de una babosa o caracol se tratara y husmeaba los suelos como un perro buscando trufas y allí donde aquello lo veía propicio, esparcía un líquido de lo más extraño, también de colores variopintos y de aspecto gelatinoso. Nos preguntábamos qué era aquello, aún no lo veíamos muy de cerca, pero si podíamos ver con claridad que aquel pene gigante se contraía, volvía a asomar y, a su propio capricho, soltaba su chorro de aquella sustancia. Así se fue acercando y pasó a nuestro lado. Alucinamos viendo sus colores y su tamaño, su enorme tamaño. Lo más extraño al verlo tan cerca era su forma, pues parecía plano cuando lo mirabas, pero estaba rodando, no sabría deciros con claridad si aquella estrella era plana como una torta o esférica, pues no había manera de saberlo. Y si, cuando la tuvimos enfrente, en la pradera donde hacíamos la vida, sacó de nuevo su trompa y soltó aquel líquido por todas partes como un aspersor, obligándonos a salir corriendo para que no nos empapara con aquello. Comprobamos que aquella extraña sustancia tenía un color verde y marrón, y fue absorbida por el suelo poco a poco,desapareciendo a los pocos minutos. Con la tremenda vibración, y el ruido energético que nos envolvía, estábamos en un estado de éxtasis total, nos sentíamos muy bien, más que bien, no voy a entrar en detalles.

    Se fue alejando la estrella por el horizonte, subiendo y bajando las montañas, marcando a su paso el terreno con sus líquidos, aplastándolo y vibrando mucho, parecía que la vida ahora estaba por todas partes, qué extraña sensación se nos quedó en el cuerpo. Con la luz azul y roja de la estrella podíamos ver poco y mal, pero quedamos perplejos al mirar al suelo y ver que, como por arte de magia, estaba brotando la hierba. La tocamos con las manos, la olimos como un perro que huele el terreno cuando va a mear, era estupendo ver y notar que la vida de nuevo estaba presente, aquella estrella, Sirio, iba sembrando la vida vegetal. Nunca me hubiese imaginado que la vegetación se creó así, una mezcla entre energía, vibración, y un líquido al que podíamos llamar vida. Ahora estábamos rodeados de pequeños arbustos y hierba fresca y sana, la cual había crecido muy rápido, mágicamente. Por el horizonte asomaba ahora otra estrella, pero ésta era diferente, iba por otro camino y tenía el aspecto de ser un planeta, pues no vibraba como la Sirio y tampoco tenía los mismos colores y luminosidad, estábamos a punto de ver en directo a Venus, con su aspecto anacarado como si fuera de mármol blanco. Era mucho más pequeño que Sirio, parecía correr más que ella, y así, en poco tiempo, también pasó a nuestro lado, también aplastando el terreno y también con un pene gigante que asomaba y se contraía como los ojos de un caracol y si, también tenía su propia creación. Aunque ésta era diferente, pues sólo interectuaba con el agua y sólo cuando estuvo posicionada encima del arroyo, sacó su trompa y soltó su germen en él, no supimos que había creado pero algo nos decía que por mañana íbamos a tener alguna sorpresa. Qué hermoso aspecto tenía Venus, qué elegancia en su brillar, qué bonito color anacarado. Veíamos pasar estrellas gigantes allá donde miráramos, algunas más grandes que otras, pero las más pequeñas aún no habían tocado tierra, pensamos que todavía no había llegado su momento.

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