Se fue haciendo de noche, y allí estábamos callados viendo la puesta de Sol, tan reluciente y naranja como había sido por tantos años, en nuestra mente estaba el recuerdo, pero los ojos lo veían como si fuera el primer ocaso de nuestras vidas. Teníamos hambre y sueño, el cansancio de tantos días caóticos nos tenía agotados y Julius Towers se echó a dormir como un perrillo en el cerro, y todos le seguimos como una camada de cachorros recién comidos. El Sol se ocultó y la noche se hizo oscura y misteriosa.
Pasaron las horas y los estertores del hambre nos despertaban, mirando al cielo podíamos ver que las estrellas estaban más luminosas y brillantes que nunca, llamaba la atención Sirio, que de normal ya es muy llamativa, pero ahora la podíamos ver con total claridad en sus constantes cambios de colores, azul rojo y blanco, y aquellas estrellas lejanas o pequeñas, ahora se veían mucho mejor de lo que era habitual. Era un espectáculo ver el cielo, tan luminoso y tintineante. No había Luna.
Nos sobrecogía el sonar de un zumbido que provenía de los cielos, que ya presagiaba algún problema o acontecimiento, y que, poco a poco, se estaba haciendo más y más fuerte. Era un zumbido eléctrico como ya comenté, chisporroteante, de motor eléctrico poco afinado. Así pasamos la primera noche del nuevo mundo, en un cerro medio quemado con un duermevela muy incómodo, pero en definitiva alegres porque parecía que la muerte había pasado a nuestro lado sin castigarnos.
Al día siguiente vimos el amanecer también como si fuera el primero de nuestras vidas y quedamos asombrados al ver tanta belleza. No teníamos casi comida, nos quedaban provisiones para un día más o menos, y no eran precisamente raciones de adulto, un poco de arroz y una lata de sardinas que tuvimos que compartir entre todos. Empezamos a buscar por la zona a ver si había algo que pudiéramos comer o beber, no había animales ni plantas, ni alegres pajarillos, ni ratones ni nada, no había signos de vida en ningún lugar, todo estaba muerto y revuelto, quemado y destruido. Andar por aquellos pedruscos conllevaba un gran esfuerzo, cosa terrible para nosotros, pues no teníamos casi fuerzas y la situación se había convertido en una auténtica calamidad. Por suerte encontramos agua, un pequeño chorrillo en el antiguo arroyo de la Virgen, agua que bebimos con alegría y allí nos mudamos, junto al pequeño manadero de vida.
Durante todo el día buscamos y buscamos sin encontrar nada, nos preguntábamos si éramos los únicos supervivientes de aquello. Parecía mentira que ni siquiera las ratas hubiesen sobrevivido, o los insectos, pero nada, sólo nosotros estábamos allí, ni una puñetera mosca sobrevolando. Era inevitable pensar que aquellos serían los últimos días de la peña el Bizcocho. Durante el día se oía el zumbido, pero mucho menos constante y sonoro, era cuando se acercaba la noche cuando lo podíamos oir con total claridad, y aquella segunda noche era mucho más terrible y misteriosa. Vimos claramente según se hacía la oscuridad las estrellas mucho más cercanas, enormes y luminosas, encima de nosotros, daban la sensación de que se estaban descolgando y pudimos observar como aquel zumbido provenía de ellas, que con su singular forma de brillar, vibraban sin parar y generaban energía constantemente. Una energía extraña que deformaba las estrellas en formas singulares, las había que hacían rombos y formas geométricas que cambiaban en un frenesí de luz y color, las había rojas y azules, principalmente, pero también alguna era blanca y otras cambiaban de color constantemente como ya comenté antes con Sirio. Ésta ahora estaba muy cerca, y era más grande que las dimensiones de la luna y podíamos ver su forma y sus colores de cerca. Era circular, sin forma definida en su supuesta planicie, no había crateres ni nada en su interior, era como un faro que cambia de color constantemente. Muy brillante, tremendamente brillante y a cada cambio de color un pequeño brumm.
Que estaría pasando, nos preguntábamos, que estaría pasando con las estrellas, ¿Por qué se estaban acercando, qué fundamento tenía ésto? Se supone que las estrellas son soles a miles de años luz, cómo era posible que las tuvieramos tan cerca?, aquello no era ni por asomo lo que nos habían contado, aquellas estrellas eran vida, eran energía pura que se transformaba en luz y formas varias, aquello prometía un gran evento, miedo y alegría nos daba que pensar en la noche siguiente. Después de ver en directo la creación del Sol, no había duda de que la cosmología moderna era una patraña de dimensiones gigantescas.
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