Pasaban los días y aquella magnífica máquina parecía no tener fín, seguía sin cesar su peculiar destrozo, y los habitantes del pueblo estaban desesperados, no sólo por su capacidad de destrucción, que era más que evidente, si no por el malestar de tener tan cerca aquel artefacto del infierno, con su ruido al golpear y al recoger, los nervios estaban disparados y había reuniones frecuentes entre los vecinos para intentar solucionar el problema.
Por nuestra parte no estábamos en mejores condiciones, todas las mañanas teníamos que coger el coche para ir a trabajar y pasábamos bastante cerca de aquel monstruo. Era tremendo ver cómo la bola subía y parecía que te iba a alcanzar, cuando la cadena cortaba el impulso y se quedaba a medio camino. Por suerte aquella bola no afectaba a la carretera y podíamos ir y volver sin problema. Cerca de Guadalajara, en Fontanar, otro monstruo de éstos estaba haciendo de las suyas, pero habían tenido la suerte de caer al otro lado del río, con lo cual sólo estaba destruyendo la ribera y los habitantes estaban a salvo. En Guadalajara era otro cantar, pues había una de estas máquinas en el barrio del Alamín y lo estaba dejando como un solar.
El problema que estaba comenzando a ser patente era el receso económico, pues la gente no salía y estaban empezando a hacer acopio de alimentos y medicinas, por miedo a quedarse aislados. Y la verdad es que no era tan mala idea y así lo hablamos con los vecinos. En principio parecía una locura pensar que nos ibamos a quedar aislados del mundo, pero visto el nivel de destrozos, y lo que podría venir, una tarde en la que nos juntamos para comer una paella, hablamos por largo rato y llegamos a conclusión de guardar grandes cantidades de legumbres, pasta y arroz entre otros. También pensamos en coger varias gallinas y un gallo para asegurarnos los huevos.
El pueblo se alzó contra la máquina y se idearon muchos planes de lo más descabellados, el primero de todos fue intentar atrapar o romper la cadena. Unos muchachos con bastante valor salían a la carrera cuando la bola era lanzada y le enganchaban una soga a uno de los eslabones con una pesa de las grandes, la cual arrastraba al recoger y partía sin problema una vez llegaba a la cúspide. Como un palito de madera, para colmo la pesa también salió disparada y se quedó inscrustada en una casa. Luego intentaron con dos tractores viejos hacer lo mismo, pero fueron arrastrados sin problema hasta lo alto de la máquina y cayeron dando vueltas por el lateral. Estábamos desesperados como es natural, no había nada que pudiera parar aquello, era muy fuerte y terrible. Pero pasó algo inesperado. Uno de los borrachos del pueblo dió una idea bastante genial, no sabemos si fruto del alcohol o de la locura, propuso llenar el hueco de la pirámide, donde se recogía la pelota, con grava y arena, y así evitar que la bola volviera a su posición original. Pues había un mecanismo sencillo que golpeaba la bola y la lanzaba por los aires. Así que el pueblo se puso en marcha y fueron con tractores y camiones a una de las graveras que había cerca, pues si algo hay en este pueblo es arena y piedra. Hicieron una gran montaña de ésta cerca de la máquina y con cubos, haciendo una cadena lamiendo el peligro, empezaron a llenar el "cuenco" de aquel artefacto, haciendo pausas cada vez que se disponía a lanzar la bola, momento en el que todos se tumbaban y una vez que salía disparada, seguían en marcha echando cubos de grava. Mucha de ésta se colaba dentro de los engranajes de la máquina y generaba unos ruidos chirriantes de lo más insoportables. Dos días enteros se tardó en llenar la cabecera de aquel artefacto, pero estaba funcionando. Ahora la máquina no tenía fuerza para lanzar la bola, y, aunque saltaban por los aires muchas piedras pequeñas y arena, la bola no salía con fuerza y rodaba por el lateral sin casi peligro. Se lleno del todo y quedó empantanada, la bola no pudo salir y la arena absorbía el golpe sin problema. El júbilo era patente en todo el pueblo, la gente estaba alegre y contenta, habían destruido al monstruo, no era para menos. Se proclamó ese día como festivo y allí llevaron a la Virgen del Fuego, a la cual hicieron bailar alrededor de aquello de forma graciosa, se podía ver a Dios por todas partes. Hubo sangría y chuletada para todos y, por un día, todos fuimos felices y un rayo de esperanza iluminó nuestro corazón. En mucho tiempo, no había entre los habitantes ningún rencor entre ellos, no había peleas, no había familias, sólo el deseo de acabar con aquel infierno y la alegría de haberlo hecho entre todos.
Pasó el tiempo, pero aunque la máquina seguía haciendo ruido, ya no disparaba y la noticia corrió como la espuma, con lo que muchas más máquinas del mundo se fueron inutilizando, y la vida empezó a ser normal de nuevo y todos estábamos alegres. Así fue como un pueblo, con la idea de un iluminado, venció al destructor. Ahora teníamos la alacena llena de productos no perecederos, y por ahora, ya que no había problemas a simple vista, no decidimos ir más lejos con las provisiones y dejamos a un lado la compra de las gallinas. No había problemas de abastecimiento e incluso los bares estaban llenos de nuevo.
Pasado un mes, la máquina paró y ya no hacía ruido, había estado funcionando casi dos meses y ya estabamos en noviembre, todo normal, la paz y el silencio se hicieron un hueco en la vida y todo parecía haber sido un sueño terrorífico.
Ya una noche cualquiera, con los cielos despejados, con las estrellas vibrando en el Domo de una manera espectacular, brillantes y alegres, decidimos salir a hacer fotografía astral. Fue entonces cuando descubrimos en el firmamento algo realmente extraño, una estrella que no habíamos visto nunca lucía junto a la estrella polar. Buscamos en la aplicación del móvil y no aparecía, miramos en el planisferio y tampoco, cómo es posible -pensábamos- que hubiera una nueva estrella, ésto no era nada normal, y más aún porque era más brillante y llamativa que todas las demás, parecía Venus en sus mejores momentos.
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