"De la puerta del medio sale un viento con rocío, lluvia, prosperidad y bendición. A través de la última puerta, la que se inclina al sur, sale un viento con carestía, ruina, quema y desolación"
Enoc Capitulo 76
Hacía una típica tarde de levante en Cádiz, un día de esos en los que el viento sopla con tanta fuerza que no se puede ir a la playa, y decidimos ir al cine del Puerto de Santa María, buscando el fresco del aire acondicionado y algo que hacer, sin ninguna intención de ver nada en concreto, pues la cartelera no prometía grandes momentos.
Una vez allí nos quedamos en la terraza de un bar donde te ponen una gigantescas hamburguesas a un precio ridículo, pero no fue la comida lo que nos convenció, si no la oferta del cubo de botellines, que es tan barato que te preguntas si ganan algo con ese negocio.
Allí estabamos tomando botellines y fumando cigarrillos con unas bonitas vistas a la rotonda del barco, La Santa María de Colón, que allí está plantada en medio del cemento y rodeada de coches en todo momento. Todo iba con normalidad hasta que un chasquido bastante fuerte resonó por el cielo, levantamos una ceja y seguimos a lo nuestro, no le dimos importancia. Al rato un sonido de bisagra, de puerta vieja que se abre por el aire, resonó lentamente y de forma siniestra durante un minuto muy largo, allí estabamos nosotros, mi chica y yo mirándonos, preguntándonos que había sido aquello, mirábamos a nuestro alrededor escudriñando a un grupo de jóvenes que estaban en las mismas con los botellines, y vimos las mismas caras de asombro, aquel sonido a trompeta vieja y desarmada nos había helado la sangre a todos. Una brisa fresca y suave nos acarició, en el cielo se empezaron a formar nubes blancas de pura humedad, unas gotas de agua cayeron y mojaron la rotonda y los alrededores, aquello era extraño, muy extraño.
Pasó el sonido y la lluvia, las extrañas nubes que habían aparecido de la nada seguían allí. Uno de los jóvenes exclamó en voz alta: ¿Killo qué es eso?
Todo el grupo se puso en pie señalando al cielo, nosotros no veíamos nada, nos acercamos y pudimos percibir que, entre el cielo azul y las nubes blancas, había un pequeño objeto oscuro que, dejando un halo de nubes y humo, iba bajando a gran velocidad hacia nosotros. Pensamos que era un avión que se estaba cayendo y, por un momento, estuvimos tentados en salir corriendo de allí, pero a dónde podríamos ir, no sabíamos que dirección exacta llevaba.
Seguimos mirando aquel objeto que poco a poco se iba definiendo, tenía dos ruedas o al menos lo parecía, y, aunque sólo veíamos la panza gris, no parecía un avión. Pensamos que era un helicóptero del ejército, pues la base de Rota está muy cerca, pero tampoco veíamos las hélices ni la forma típica de un helicóptero de guerra.
En pocos segundos estaba ya muy cerca, curiosamente nos dió tiempo a verlo con tranquilidad, pareciese que la velocidad de caída iba desminuyendo. Burlando la supuesta gravedad, aquel objeto fue bajando poco a poco hasta aterrizar justo al lado del barco. Nos quedamos atónitos cuando lo vimos de cerca, era un típico carro de palomitas de color rojo chillón, de aquellos que se ponen en las ferias y en los cines como decoración, un carro de palomitas viejo pero bien cuidado, de tamaño enorme, de unos 4 o cinco metros de altura y otros tres metros de ancho, o quizás más, del tamaño de la caja de un camión para que os hagáis una idea. Tenía unas curiosas inscripciones en color dorado, con volutas, y en el centro tenía unos jeroglíficos como de estilo egipcio. Muy bien pintados, como hecho a mano.
Se quedó medio de lado por la inclinación de la rotonda, con una parte metida en la carretera. Y allí estaba silencioso, llamando la atención de todo el mundo con su forma y colores.
Los conductores frenaron y se creó un gran atasco en pocos minutos. Había risa y jolgorio entre el grupo de los jóvenes, y nosotros, como es natural, pedimos otro cubo de cervezas, pues aquello prometía un gran momento.
Sonaron las sirenas de la policía y en pocos segundos estaba la Guardia Civil acotando aquello, se formó una gran revuelo y llegaron numerosas patrullas, y a los pocos minutos, había multitud de guardias y también policías nacionales. Como aquel objeto no hacía nada, y la verdad es que era hasta bonito, decidieron abrir uno de los carriles y los coches empezaron a circular. El atasco se fue diluyendo. Sólo se oía muy sutilmente el sonido de carraca, de una cuerda de metal o parecido, como el sonido de aquellos bonitos juguetes de antaño. Aquella fue la primera vez que oí aquel siniestro sonido. Al poco tiempo, una luz roja se iluminó en uno de los costados, era una luz normal, con su tapa de cristal oscuro.
Empezó algo que no esperábamos, aunque era natural si lo piensas bien: un olor dulce a mantequilla tostada que todos los que estábamos allí apreciamos rápidamente, y nos embriagó en un momento muy goloso. Casi de inmediato, con el sonido típico de las palomitas de maíz, empezó a producir gran cantidad de ellas dentro del cubilete de cristal que tenía en la parte superior, pero no eran palomitas normales, si no gigantes, de tamaño desmesurado. Volvieron a parar la circulación, y aquello siguió fabricando palomitas sin parar. Cuando llegó al tope del aparato, la tapa, que tenía una bisagra, cedió y empezaron a salir palomitas, esparciéndose por toda la rotonda y la carretera, olían de maravilla y tenían el tamaño de una naranja.
Ya estaba por allí la televisión que estaba grabando el acontecimiento con alegría y asombro, como todos. Había risas y chistes nerviosos, nos preguntábamos qué demonios era aquello.
De vez en cuando salía alguna palomita un poco disparada hacia el cielo y luego caía entre los coches, lo cual producía bastante revuelo, y un conductor las probó y se partía de risa por lo buenas que estaban.
Así estuvo durante más de dos horas, creando palomitas sin parar hasta que llegaron incluso al río. Una enorme montaña de palomitas gigantes ahora cubría la rotonda. El olor llegó incluso a Cádiz y a otras poblaciones cercanas, eso cuentan.
Luego paró, se apagó la luz y aquello se quedó en silencio. La noticia corrió como la espuma por todo el mundo, las noticieros internacionales abrían sus jornadas con este espectáculo tan peculiar, se hicieron charlas de todo tipo intentando explicar aquello. La noche más dulce lo llamaron, ¿Quién estaría detrás de aquello? ¿Para qué?
Dentro de nuestra pequeña borrachera nos fuimos a casa a tener dulces sueños.
En los días siguientes estuvieron hablando sobre el tema de aquella máquina tan extraña, se la habían llevado a un taller del ejército y estaban intentando desarmar aquello para descubrir el enigma. Ayudaron los marines de EEUU y el ejército español, pero no pudieron en muchos días ni siquiera abrir la máquina. Lo intentaron con sierras y sopletes industriales y no hubo forma de poder quitar ninguno de los remaches que lo armaban. Las brocas de diamante se quebraban sin tan siquiera hacer una pequeña marca. Lo intentaron con explosivos, pero tampoco pudieron romperla, sólo mancharla. Al final, y para asombro de toda la humanidad, salió la noticia de que aquel aparato no era de nuestro mundo, extraterrestre lo llamaron, no se sabía de qué material estaba hecho, ni por quién. El misterio de la máquina de palomitas ya formaba parte de la humanidad. Tradujeron los jeroglíficos: La tentación. Poco a poco y, como no hubo ningún otro acontecimiento en muchos días, la noticia se apagó y la vida siguió con normalidad.
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Muy "engaging" como dirían los británicos! He de decir que me ha provocado alguna que otra risilla, jeje. Deseando leer el segundo capítulo!
ResponderEliminarPronto lo hago, muchas gracias
EliminarMe meo😂😂😂😂
ResponderEliminarGenial👍
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