Cumplir los cuarenta es como pillarse los dedos con la tapa de un piano, por no decir algo más feo. Te levantas una mañana y de tu gomosa nariz juvenil asoman de repente unos pelos bastante desagradables que te hacen cosquillas cuando los tocas. Te preguntas en qué momento ha sucedido tal cosa, ayer no estaban y ahora puff, por allí resoplan. Es cosa de magia, es cumplir los cuarenta y se te activa el mecanismo de autodestrucción.
Con 39 aún vas por la vida con un toque lisonjero juvenil, aún perteneces al mundo de las sonrisas, pero cuando cumples los cuarenta, inmediatamente pasas al batallón de los carcas. Te duele todo, la espalda te recuerda los golpes de cuando montabas en monopatín, un día subiendo las escaleras la rodilla cruje, cosa que no habías visto aún y te quedas bastante asustado, tienes tos mañanera al estilo abuelo, empiezas a pensar en cenar fruta y verduras, la sopa y las judías verdes pasan a los primeros puestos de tu dieta.
Ni qué contar de las arrugas y del aspecto decrépito en general, que parece que te han echado encima un camión de estiércol. Empiezas a pensar en comprarte un coche fardón y unas gafas que te tapen media cara, como las Kardasian. Cuando te metes en el agua de la playa vas poco a poco por si acaso te da un tabardillo y te tienen que sacar en parihuelas. Empiezas a usar cosas que nunca antes habías usado, crema para los codos, para las manos, para la cara, llega un momento que reluces como un salchichón en una cocina calurosa. Prestas más atención en el afeitado y acudes al dentista más a menudo, más vale prevenir. La mentalidad del prevenir se apodera de ti, sabes que has gastado media vida e intentas seguir vivo y con buen aspecto.
Para colmo, está internet que detecta tus puntos débiles de manera increíble y te empiezan a bombardear con viajes alucinantes y cosas muy molonas que aunque no lo sabías, las deseas a muerte. El espíritu comprador se desmanda y terminas frente al ordenador buscando de todo, mesas, sillas, ropa, eletrónica, chicharrones, zapatillas, vino, cortinas, de todo.... Sin control. El día que tenga hijos voy a tener que invitar al bautizo a las repartidoras de correos, ya son como de la familia.
Cumplir los cuarenta es para mear y no echar gota, literalmente. No quiero imaginar los cincuenta, eso debe ser para pegarse un tiro. Y qué decir de esas llamadas de seguros de defunción, son para pegarles una paliza.
Pero no todo es malo, empiezas a disfrutar de otras cosas, como comer tomate y pescado, tocas los radiadores y dices: joder que calentito! Vas conduciendo y disfrutando el momento, cuando duermes más de seis horas alucinas y te levantas como un campeón, realmente no es tan malo, habrá que acostumbrarse, con un poco de ayuda del ibuprofeno, claro.
En definitiva, cumplir años está bien, felicidades a todos los cuarentañeros, las juergas que nos hemos corrido ehh!! No os preocupéis por mi, estoy hecho un chaval, con un poquito de barriga pero un chaval, me véis en directo y pensáis, éste tiene 37.
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