PISTO es un cuento que voy a hacer para todos ustedes, cuenta las aventuras y desventuras de mi buen y querido perro Pisto. Espero que os guste, y sin más preámbulos, os dejo con el nacimiento.
En una noche de otoño con la luna menguante, una perra aulla desconsolada en el interior de un casa de obra, sin luz, rodeada de trastos y herramientas de huerto. Es una perra de estilo burgués, con el pelo bonito, las orejas grises y mediano tamaño, así como un cocker, pero menos lanudo y menos airado. Empieza a parir, son muchos los perros que la han visitado, sale uno gris como la madre, otro blanco más grande, otro blanco, uno rojo y por fin cuando acaba, uno negro, redondito, con el rabo tieso y el susto en su cara. Según sale el negro, rueda por encima del rojo, se topa con el grande blanco, se gira y zás, un pezon sugerente se pone a su alcance. El perrito negro con los ojos cerrados busca en el aire el pezón de su madre, lo tiene muy cerca pero no llega, la madre se gira, aplasta al pequeño gris que muere en el acto, ella lo lame y lo descarta, se vuelve a tumbar y en el gesto de tumbarse, tira un martillo que, encima de una mesa, miraba amenazante, y pumba! el blanco termina su vida de manera miserable. Queda otro blanco, el rojo y el negro. Perdido por el alboroto, el ruido y el desmadre, el otro blanco repta por el suelo en dirección contraria, sale al exterior, está lloviendo, se queda frío y quieto. Que suerte tienes Pisto. En la negrura de la noche sólo quedan dos, la madre se vuelve a tumbar, los lame y olvida el desmán, el rojo por fin encuentra el pezón y empieza a mamar, el negro hace lo mismo, alegre mueve el rabito, le ha tocado el pezoncete que esta cerca del corazón, la leche desborda su triste expresión, se hincha como una pelota y queda dormido oyendo el corazón, su madre lo lame. Pisto esta en la gloria, se duerme muy profundamente, contento y feliz de tan buen nacimiento.
Es por la mañana y llega el humano, mira el desastre y con gesto enfurruñado echa a la basura a los pobres desdichados, antes de tirarlos observa los cachorros, se fija en el gris, es igual a su madre, que pena, piensa el hombre: éste me lo hubiera quedado.
La perra sale a saludar, el hombre la acaricia y la pone de comer, está sedienta y hambrienta, las tetas hinchadas, la cara sudada, el pelo pegado, no es el mejor día para la pobre madre. El humano aprovecha para observar los nacidos aún vivos, el rojo en la mano no para de chillar, como un cerdito ciego, feo y pesado. Lo deja en su sitio. Coge al negro, éste no chilla, aún tiene la barriga gorda y cuando lo sostiene, la leche le brota, está a tope de vida piensa, menudo chupón.
-Buahhh, vaya chucho de mierda nos ha salido.
Piensa en descartarlo, mira a la madre, que triste le mira y se vuelve a su refugio. El hombre cede y lo pone en su sitio, el gordito negro repta hacia la madre y se engancha al pezón, no tiene fondo este bribón.
Así quedaron dos, uno rojo y otro negro, los dos sanos y con buen alimento, el día sonríe a los perritos buenos, que duermen y comen a partes iguales. Que suerte tienes Pisto, te has librado de la muerte, no una vez ni dos, cinco veces por lo menos y ahora la vida es para ti.
El cuento de Pisto:
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