PISTO Cap.2 -La infancia-

Pasaron los meses entre sueños eternos y buenas pitanzas que la mama Pisto les daba a los cachorros con su buen amor. Pisto salia de la caseta de tanto en tanto, cagaba por todos lados, levantaba el rabito y daba saltitos, se reía mucho, era un perrito feliz en aquel huerto frío y desolado. Aquellas criaturas no conocían el amor del humano, es una perra de huerto, sus cometidos son claros, espantar a los desconocidos y aves, y por supuesto cazar ratones y ratas, que proliferaban por doquier en aquellos campos llenos de alimento.
Pisto empieza a conocer el mundo que le rodea y todo le divierte, persigue  a los gorriones con la mirada fija y bobalicona,  se troncha de risa cuando elevan el vuelo. Los gorriones también sonríen viendo aquel animal tan inocente, aquella criatura de Dios tan reluciente. Con su negrura zaina como un toro de lidia, y una pequeña mancha blanca en el pecho, característica típica de un chucho de pura raza, la gran evolución del perro. Pelo liso y negro, orejas normales, rabo liso y normal de tamaño, patas negras, pies negros y pequeños, buena barriga y un pito de peluche del que ya os hablaré más adelante. Sí, nuestro querido perrito Pisto es una obra maestra.
De vez en cuando llegaba el humano y ponía comida, llenaba un cubo con agua, se daba una vuelta al huerto y marchaba otra vez, momento en el que Pisto aprovechaba para salir a saludar a aquella criatura, mordisquearle los zapatos y dar giros y volteretas para llamar su atención, pero siempre recibía el mismo trato, una pequeña patada de consolación, Pisto no entendía y se quedaba pensativo, moviendo el rabito, quieto, muy quieto. Pobre Pisto, ni una sola caricia, ni un juego, nada, solo patadas y frío. Menos mal que estaba su hermano, con el cual jugaba y se divertían, persiguiéndose por el terreno, mordiéndose las patas y riéndose juntos. Aquellos días fueron muy felices para Pisto, se hizo un perro bueno y juguetón. Carácter que le acompañaría de por vida.
Llegó la primavera y el tiempo mejoró, las hierbas empezaron a crecer y vinieron los insectos, los cuales traían la curiosidad de aquel animalillo y ahora no solo perseguía risueñamente a los gorriones, también a los saltamontes y las mariposas, su favoritas, las cuales aterrizaban de tanto en tanto en la nariz de Pisto, el cual quedaba quieto y boquiabierto, alucinado completamente. Pero no todo iba a salir bien, ya destetado, arrancado de la teta madre, ahora el turno de comida era un desfase, pues del mismo cubo comían los tres, primero la madre, luego el hermano rojo mucho más grande y luego el bueno de Pisto, el cual comía las sobras, las pocas sobras que quedaban. Así Pisto adelgazo mucho, ya no era un perro gordito y reluciente. Y la cosa fue a peor, llegó un día el humano con otros humanos grandes y otros más pequeños y risueños, con voces de pito y más juguetones, los cuales fueron derechos al hermano, al cual cogieron y abrazaron. Pisto jugaba frenético alrededor de ellos, correteando de aquí para allá, solo le faltó montar en monociclo y hacer malabares, pero nada, cogieron al hermano y se marcharon y allí quedo Pisto solo y desconsolado.
Al día siguiente Pisto estaba en su rutina de juegos y meadas, y llegó el humano de nuevo, lo engancho y lo echó al carromato, Pisto iba cagado pero contento, por fin me hace caso el amo y se lo agradeció con un buen lametazo. 
El coche arranco y fueron de viaje, que buena aventura pensó: ¿Me llevará al mundo de los juegos? Al rato el coche freno, abrió la puerta y Pisto salió muy contento y alborotado, corría por el asfalto, que extraño suelo era aquel, el humano muy simpático le puso de comer, un buen plato de comida en un plato de plástico y un cuenco con agua. Pisto estaba en la gloria, por fin le hacía una caricia aquel humano. Cuando levanto la vista del plato el humano ya no estaba, ¿Donde habrá ido? pensó el ingenuo Pisto, ¿Habrá ido a por más comida? Y allí quedo Pisto, sentado, esperando, con la tripa llena, y la mirada perdida. Pasaron las horas y se quedo dormido, hecho una rosca junto al plato. Esta vez no has tenido tanta suerte Pisto, veremos mañana.



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